Adicción a la heroína y el perfil del drogodependiente tipo Importantes diarios llevan años alertando sobre la “nueva” epidemia de heroína, que tanto daño ha causado y que nos dejó un prototipo de drogodependiente. En este sentido, el Informe Mundial Sobre las Drogas de 2018 señala los opiáceos como los responsables del 76% de todas las muertes asociadas al consumo de drogas. El mismo informe estima en 53 millones el número de consumidores de opiáceos en el mundo. Ello guarda relación con el incremento de la producción de opio en 2017, que alcanzó un incremento del 67% con respecto a 2016. Esto es alarmante, pues solo en 2016 se había incautado una cifra récord de 91 toneladas de heroína. CONTACTA SIN COMPROMISO ¿Qué son los opiáceos? Esta historia comienza en los laboratorios clínicos, donde se buscaban alternativas farmacológicamente similares a la morfina, pero menos potentes y adictivas. En 1874 se aísla la diacetilmorfina, pero quedó olvidada hasta que, en un laboratorio de Bayer se retomó el trabajo para producir codeína en 1895. Sin embargo, como si de un comic de Hulk o El Capitán América se tratase, los resultados fueron sorprendentes. El compuesto mismo era más potente que la morfina, entre un 50-100%. En resumen, un medicamento “heroico” y de ahí su nombre comercial. La diacetilmorfina fue comercializado bajo el nombre de Heroína y salió a la venta a escasos días de sacar al mercado la aspirina, el gran éxito de la firma. El resto es historia, la heroína se convirtió en villana rápidamente. Sus “fechorías” hicieron que en 1913 la firma suspendiera su producción. Aun así, en muchos países se siguió usando como reemplazo en el tratamiento del paciente drogodependiente con adicción a la morfina o la cocaína hasta 1930. En fin, dejaron al lobo cuidando las ovejas Heroína: de medicina “heroica” a sustancia villana Esta historia comienza en los laboratorios clínicos, donde se buscaban alternativas farmacológicamente similares a la morfina, pero menos potentes y adictivas. En 1874 se aísla la diacetilmorfina, pero quedó olvidada hasta que, en un laboratorio de Bayer se retomó el trabajo para producir codeína en 1895. Sin embargo, como si de un comic de Hulk o El Capitán América se tratase, los resultados fueron sorprendentes. El compuesto mismo era más potente que la morfina, entre un 50-100%. En resumen, un medicamento “heroico” y de ahí su nombre comercial. La diacetilmorfina fue comercializado bajo el nombre de Heroína y salió a la venta a escasos días de sacar al mercado la aspirina, el gran éxito de la firma. El resto es historia, la heroína se convirtió en villana rápidamente. Sus “fechorías” hicieron que en 1913 la firma suspendiera su producción. Aun así, en muchos países se siguió usando como reemplazo en el tratamiento del paciente drogodependiente con adicción a la morfina o la cocaína hasta 1930. En fin, dejaron al lobo cuidando las ovejas Efectos de la heroína sobre el drogodependiente Es una sustancia de acción rápida, sus efectos demoran entre 15-30 segundos en llegar al cerebro. Se la considera una droga “dura” por el potencial adictivo que tiene y los daños que provoca en la salud. Es altamente soluble en agua y su modo de aplicación más difundido es el inyectado, aunque puede fumarse o inhalarse. La dosis media de la sustancia pura es de 5-10 miligramos. La sensación inicial, que ocurre a los pocos segundos, es de calor y analgesia, seguida de euforia y relajación. A esta sensación se la denomina “flash” y suele durar entre 5 y 15 minutos. Después viene el llamado “flooding”, que es una sensación de “bienestar y plenitud”, acompañado de somnolencia, letargia y enlentecimiento motor, que suele durar entre 4 y 8 horas. Es importante aclarar que, en esta etapa disminuye tanto el nivel de conciencia, como las funciones cardiaca y respiratoria. En la medida que se gana tolerancia, las dosis pueden subir hasta llegar a cantidades alarmantes: 20-40 miligramos. No existe un tope, la dosis va aumentando hasta que se produce la muerte del adicto; generalmente por la interacción que ocurre entre la depresión respiratoria y el deterioro del estado de conciencia que ocurren durante el “flooding”. También produce un síntoma de abstinencia muy fuerte que se divide en tres etapas. La primera se caracteriza por lagrimeo, moqueo nasal, bostezos, ansiedad y sudoración. En la segunda aumenta el diámetro del iris (midriasis), aparecen la piel de gallina (piloerección), dolores/contracturas musculares, sudoración excesiva, ansiedad e irritabilidad. En la tercera y última se presentan espasmos musculares, intestinales, vómitos y diarreas, donde muchos consumidores se perciben en riesgo de muerte. Muchos adictos suelen asustarse y buscar ayuda tras pasar esta tercera etapa. De hecho, su retirada debe ser bajo supervisión médica y con medicamentos de sustitución. Muchos adictos en recuperación, que han pasado su “mono” sin apoyo farmacológico, refieren los síntomas de abstinencia pueden durar entre 8 y 12 días. La epidemia no ha vuelto, porque nuca se fue Desde hace algunos años la prensa refiere una “vuelta” de la heroína, por su reaparición con fuerza en los Estados Unidos durante esta última década. Sin embargo, algunas voces dicen que nunca se fue. Un artículo de la BBC del 7 de febrero de 2017 aporta datos que apoyan esta idea. De acuerdo con el reporte, en Estados Unidos las muertes por sobredosis entre 2000 y 2010 aumentaron un 50%, el número de usuarios entre 2007-2012 aumentó un 80% y se cuadruplicó el número de decomisos en la frontera con México. Quizás el problema no es que haya “vuelto”, sino que ha vuelto a afectar al drogodependiente de clase media-alta. El 90% de los consumidores actuales en los Estados Unidos son blancos, de clase media o media-alta. Se ha llegado a argumentar que, simplemente ha vuelto a llamar la atención, debido a la asequibilidad de esta sustancia, por la reducción de su precio. Todo ello unido a los mayores controles para acceder a los opiáceos de prescripción médica. Los datos mundiales son claros al respecto, la epidemia no desapareció, sino que se